"El amor y la amistad no envejecen"
"quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aun así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno."
Tal y como el amor de Alma e Ichimei, "El Amante Japonés" de Isable Allende debe disfrutarse poco a poco, como un refrescante helado de limón en una calurosa tarde de verano. Eso es, si no nos atragantamos en un afán insano por descubrir la verdad de este amor condenado. La novela comienza por una especie de final y nada nos llega de sorpresa, pero nos sigue sorprendiendo de manera inexplicable.
La manera en la que Allende devuelve la magia al amor eterno y siempre tan frustranemente humano hace que se trate de una representación innovadora para los amantes de la novela romántica contemporánea. La novela se presenta como una defensa del amor que, aunque tal vez se plantée su posibilidad de incondicionalidad, puede ser el refugio al que uno siempre desea volver cuando es verdadero. El libro se trata de una celebración del amor en todas sus formas, cuya humanidad se ensalza y abochorna igualmente.
Los protagonistas de esta historia de amor quedan, en el momento de la narración, lejos de esos apasionados fuegos de la juventud, pero sus relatos transmiten cada mínimo suspiro y emoción de su relación.
Alma, una mujer adelantada a su tiempo aunque anclada a ideas del pasado, se enamora en el momento más duro de su infancia de un dulce niñito japonés, Ichimei Fukuda: el hijo del jardinero que trabaja para sus tíos. Y aunque su amor nace de la forma más dulce e incocente, tras la trágica escapada de Polonia para Alma, enamorarse de alguien japonés, en la época en la que se desarrolla esta historia, resulta algo espinoso...
La Segunda Guerra Mundial ha estallado, y como resultado de la alianza entre Japón y la Alemania Nazi, los japoneses-americanos sufren una tremenda marginalización social y económica, que tras el ataque a Pearl Harbour, culmina con que aquellos ciudadanos de ascendiencia nipona son internados en campos de concentración a lo largo de los Estados Unidos.
Sutilmente desvelando la crueldad a la que esta minoría debe enfrentarse durante estos años, Allende realiza una denuncia considerable del país que se construye sobre y defiende la libertad: el retrato que nos pinta de la experiencia de los Fukuda, y sus compatriotas, ayuda a sacar a la luz un horrible secreto de la nación americana.
No obstante, Allende deja estas miguitas de pan por el camino, sin desviarse de su destino final: el desarrollo de la historia entre estos dos niñitos. Aunque, como lectores nos sentimos enormemente interesados en desvelar por completo el misterioso romance entre Alma e Ichimei, a lo largo de la narrativa también se introducen una serie de inspiradoras historias paralelas como son las de Irina y Seth, Lillian e Isaac, o Megumi y Boyd. Además, Allende nos sorprende incluyendo otros personajes increíblemente memorables como Kathy, Lenny y Kirsten.
Al poco de comenzar la novela, atisbaremos la imposibilidad de un final diferente al que presenta Allende, pero la novela no se centra en la obtención de un final: sino en el disfrute del proceso, de l vida y del paso del tiempo. Aun así, espero que algún día todos podamos llegar a sentirnos como Alma en algún momento de nuestras vidas si no siempre puede ser eternamente:
"Aislada del mundo por la magia del amor, Alma podía ignorar las voces interiores que la llamaban al orden y le exigían prudencia advirtiéndole de las consecuencias."
Y, no solo nos dejemos contagiar por esta magia terrestre que se encuentra al alcance de nuestros corazones, sino que aprendamos de los errores de nuestros personajes y actuemos de acuerdo con cómo nos sintamos nosotros.
Se trata de nuestra vida. Nuestra verdad. Nosotros tenemos el poder de decidir que va a ser de nosotros. Las expectativas de los demás nos parecerán vagas imaginaciones propias cuando seamos mayores y miremos atrás. En retrospectiva: podremos sonreír en los momentos que dudamos, pero actuamos en consonancia con nuestros sentimientos de todas formas.
Y es que, la manera tan elegante y humilde en la que Allende, a través de sus personajes, nos hace reconsiderar la manera en la que nos planteamos nuestras propias vidas, también, es digna de alabancia:
"Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la vida, pero podemos limpiarla. La felicidad no es exuberante ni bulliciosa, como el placer o la alegría. Es silenciosa, tranquila, suave, es un estado interno de satisfacción que empieza por amarse a sí mismo. Tú deberías quererte como te quiero yo y como te quieren todos los que te conocen."
Así pues, si algo nos hace feliz: recordemos luchar por ello; recordemos cuán importante es para nosotros; recordemos la belleza que para nosotros tiene; recordémonos que hay belleza en esa lucha por mantenerlo; por hacerlo nuestro, y porque sea nuestro para siempre.
Tatuémonos en el corazón con tinta roja las genuinas y dulces palabras de Ichimei:
"De nosotros depende que el amor sea eterno."
Mi copia de "El Amante Japonés" de Isabel Allende es la edición de 2015 de Penguin Random House Grupo Editorial para Debolsillo en mayo de 2016.
¡Ten un día maravilloso!
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